Inicio | Psicopatología | Trastorno de ansiedad | Trastorno de pánico

Trastorno de pánico (TP)

Pedir cita →

Qué es el trastorno de pánico

El trastorno de pánico (TP) se caracteriza por ser un trastorno de ansiedad donde la persona experimenta crisis de angustia recurrentes (es decir, repetitivos) e inesperadas (o que la persona no sabe a qué atribuir o a qué se pueden deber) que provocan un estado permanente de preocupación e hipervigilancia.

En contraste, los ataques de pánico esperados son aquellos para los cuales existe una señal obvia o un desencadenante, como una situación en la que normalmente aparecen los ataques de pánico (en el metro, al ir a hacer la compra, etc.).

La edad de inicio del trastorno de pánico fluctúa entre el final de la adolescencia y la mitad de la cuarta década de la vida. Es muy poco frecuente a partir de los cuarenta y cinco años.

Por otro lado, destacar que este trastorno no es extraño que se inicie o empeore tras una ruptura o pérdida de una relación interpersonal importante para la persona.

El curso típico es de carácter crónico, con mejoras y recaídas. Algunas personas presentan episodios separados por años de remisión, mientras que otras muestran permanentemente un cuadro sintomático intenso. Aunque el trastorno de agorafobia puede aparecer en cualquier momento, suele hacerlo el primer año del trastorno de pánico.

Trastorno de pánico con ataques de pánico

Espontáneos

Los que son inesperados, caídos del cielo o no señalados, es decir, aquellos no asociados con una situación que los dispare

Situacionalmente predispuestos

Los que es más probable que ocurran en ciertas situaciones, pero que no se dan en estas necesariamente

Vinculados a estímulos

Los que ocurren casi invariablemente al encontrarse o anticipar la situación u objeto fóbico; son típicos de las fobias específicas

Los síntomas del trastorno

Ataques de pánico imprevistos recurrentes: un ataque de pánico es la aparición súbita de miedo intenso o de malestar intenso que alcanza su máxima expresión en minutos y durante este tiempo se producen cuatro (o más) de los síntomas siguientes:

Palpitaciones, golpeteo del corazón o aceleración de la frecuencia cardíaca
Sudoración
Temblor o sacudidas
Sensación de dificultad para respirar o de asfixia
Sensación de ahogo
Dolor o molestias en el tórax
Náuseas o malestar abdominal
Sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo
Escalofríos o sensación de calor
Parestesias (sensación de entumecimiento o de hormigueo)
Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (separarse de uno mismo)
Miedo a perder el control o de «volverse loco»
Miedo a morir

Al menos a uno de los ataques le ha seguido al mes (o más) uno o los dos hechos siguientes:

Inquietud o preocupación continua acerca de otros ataques de pánico o de sus consecuencias (p. ej., pérdida de control, tener un ataque al corazón, «volverse loco»)

Un cambio significativo de mala adaptación en el comportamiento relacionado con los ataques (p. ej., comportamientos destinados a evitar los ataques de pánico, como evitación del ejercicio o de las situaciones no familiares)

El trastorno no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p. ej., una droga, un medicamento) ni a otra afección médica (p. ej., hipertiroidismo, trastornos cardiopulmonares).

La alteración no se explica mejor por otro trastorno mental (p. ej., los ataques de pánico no se producen únicamente en respuesta a situaciones sociales temidas, como en el trastorno de ansiedad social; en repuesta a objetos o situaciones fóbicas concretos, como en la fobia específica; en respuesta a obsesiones, como en el trastorno obsesivo-compulsivo; en respuesta a recuerdos de sucesos traumáticos, como en el trastorno de estrés postraumático; o en respuesta a la separación de figuras de apego, como en el trastorno de ansiedad por separación). 

La ansiedad «se alimenta» de algunos sesgos cognitivos como el sesgo interpretativo, o la tendencia a interpretar los estímulos ambiguos como amenazantes

Todos los síntomas (o algunos de ellos) aparecen por primera vez en la persona inesperadamente cuando están haciendo cola en el supermercado, están en lugares concurridos, se alejan de casa, conducen o usan el transporte público. El resultado de este primer ataque de pánico, la manera en que afronte la persona dicho ataque y sus síntomas, la presencia o no de sucesivos ataques (a veces sólo se sucede una crisis), marcará o influirá en el mantenimiento del trastorno, desarrollando en ocasiones el conocido trastorno de agorafobia.

Habitualmente, las personas con trastorno de pánico intentan evitar las sensaciones físicas internas asociadas a la angustia. Paradójicamente, presentan una elevada sensibilidad a la ansiedad y un notable temor ante los acontecimientos somáticos (una mayor conciencia interoceptiva). De esta forma, las sensaciones internas somáticas conducen a la aprensión y al temor, que a su vez aumentan los síntomas preexistentes somáticos, lo que a su vez incrementa el temor; se produce un círculo vicioso que conduce a una nueva crisis de pánico

La frecuencia y la gravedad de los ataques de pánico varían ampliamente. En cuanto a la frecuencia, algunos individuos presentan las crisis con una periodicidad moderada (p. ej., una vez a la semana) pero regular desde unos meses antes hasta el momento actual.

Otros describen breves salvas de crisis más frecuentes (p. ej., cada día) separadas por semanas o meses sin padecer un solo ataque, o bien los presentan con una frecuencia considerablemente menor (p. ej., dos cada mes) durante un período de varios años.

En cuanto a la gravedad, las personas con trastorno de pánico pueden tener ataques completos (cuatro o más síntomas) o limitados (menos de cuatro síntomas), y el número y el tipo de los síntomas con frecuencia difieren entre un ataque de pánico y el siguiente. 

Características clínicas del TP

Hipervigilancia con respecto a las sensaciones físicas

Comprobaciones constantes con respecto a las sensaciones físicas (pulso, respiración, tragar saliva, etc.)

Evitación de situaciones agorafóbicas (estar en lugares con mucha gente o en amplios espacios descubiertos, hacer colas, etc.)

Conductas de seguridad (beber agua, llevar un fármaco o pañuelos, etc.)

Evitación de acciones que incrementen la ocurrencia o intensidad de sensaciones físicas (tomar café, practicar sexo, etc.)

Acudir a los servicios médicos de urgencia

Frecuentes visitas al médico

Consumo elevado de psicofármacos, sobre todo de ansiolíticos

Disminución de las actividades sociales y de tiempo libre

Las personas con ataques de pánico se preocupan de manera característica por las implicaciones o consecuencias que éstos pueden tener sobre sus vidas. Algunos temen que las crisis de pánico sean el anuncio de una enfermedad no diagnosticada que pueda poner en peligro la vida (p. ej., la enfermedad coronaria, un trastorno comicial), a pesar de los controles médicos repetidos que descartan esta posibilidad.

Son frecuentes las preocupaciones sociales, como la vergüenza o el miedo a ser juzgados negativamente por los demás, debido a los síntomas evidentes del ataque de pánico, y la creencia de que las crisis de pánico indican que uno se está «volviendo loco«, que se está perdiendo el control o que suponen cierta debilidad emocional.

Algunos individuos con crisis de angustia recidivantes experimentan un cambio de comportamiento significativo (p. ej., abandonan su puesto de trabajo), pero niegan tener miedo a nuevas crisis de angustia o estar preocupados por sus posibles consecuencias. 

La preocupación por la posible aparición de nuevas crisis de angustia o sus posibles consecuencias suele asociarse al desarrollo de comportamientos de evitación que pueden reunir los criterios de agorafobia, en cuyo caso debe efectuarse el diagnóstico de trastorno de angustia con agorafobia.

Puede haber cambios de comportamiento desadaptativos para intentar minimizar o evitar nuevos ataques de pánico y sus consecuencias (que empeoran la situación y el manejo de la ansiedad). Algunos ejemplos incluyen:

Evitar el esfuerzo físico

Reorganizar la vida diaria para garantizar la disponibilidad de ayuda en caso de que los síntomas se repitan, lo que restringe las actividades habituales
Evitar situaciones agorafóbicas como salir de casa, usar el transporte público o ir de compras

Síntomas del trastorno de pánico

En el cuerpo

Dificultad para respirar, vértigo, taquicardia, dolor en el pecho, sensación de hormigueo, temblores, sudoración, síntomas gastrointestinales

A nivel cognitivo

Pensamientos anticipatorios de la ansiedad y sobre los propios síntomas físicos («voy a tener un infarto», «voy a caerme o desmayarme», «voy a ahogarme», «voy a enloquecer»…

A nivel comportamental

Tratar de abandonar la situación lo más rápido posible o evitar la situación en el futuro

¿Por qué se produce el trastorno de pánico? ¿Cuáles son las causas?

Actualmente la aproximación con mayor consenso es la perspectiva biopsicosocial, que incluye el estudio de distintos factores biológicos, psicológicos y sociales relevantes en la etiología del TP.

Dentro de la multitud de modelos explicativos de la etiología del trastorno de pánico, podemos destacar dos con un amplio consenso de la comunidad científica: el modelo integrador de Barlow y el modelo cignitivo integrado de Casey, Oel y Newcombe.

Modelo de Barlow

El modelo de Barlow explica que existe una influencia genética (y otra ambiental) en la tendencia a estar nerviosos o a reaccionar ante el estrés. Tal vez una persona haya crecido con la idea de que el mundo no es controlable y que podría no ser capaz de afrontarlo cuando las cosas empeoren. Si esta percepción es fuerte, hablamos de vulnerabilidad psicológica a la ansiedad.

También es posible que una persona se encuentre bajo mucha presión debido a estímulos/situaciones interpersonales estresantes. Un evento estresante determinado podría activar sus tendencias biológicas a la ansiedad y sus tendencias psicológicas a sentir que tal vez no sea capaz de manejar la situación y controlar la tensión, lo que hace más probable la experiencia de un ataque de pánico.

Barlow explica que el trastorno de pánico comienza con la observación de la experiencia de ataques de pánico inesperados desarrollando una ansiedad focalizada en la posibilidad de tener otro ataque de pánico en el futuro. Estas personas anticipan la ocurrencia de otro ataque de pánico de manera aprensiva, perciben que los ataques son incontrolables e impredecibles (vulnerabilidad psicológica) y están extremadamente vigilantes con respecto a síntomas físicos que les anuncian el inicio del próximo ataque.

En el modelo de Barlow se describen distintos tipos de alarmas: verdaderas, falsas y aprendidas. Cuando existe una situación potencialmente dañina o peligrosa, la respuesta de ansiedad y de temor se clasificaría como una señal de «alarma verdadera». Se denominan «falsas alarmas» en el caso de que se produzcan en situaciones en las que no hay nada que temer (no hay peligro). Como no hay nada que temer, la falsa alarma a menudo aparece de repente, con la consiguiente sorpresa para la persona. Cuando estas alarmas, verdaderas o falsas, se asocian a estímulos internos o externos, se convierten en «alarmas aprendidas».

A diferencia de las fobias específicas, en las que los estímulos temidos son fácilmente identificables, en el caso del trastorno de pánico los estímulos que desencadenan el miedo y la ansiedad son más difusos o difíciles de identificar. Por lo que las alarmas falsas pueden condicionarse con estímulos fisiológicos internos y generar el fenómeno llamado «condicionamiento interoceptivo».

Cuando las falsas alarmas se asocian con determinadas situaciones, como centros comerciales, calles repletas de gente, grandes espacios abiertos, medios de transporte, etc., aumentará la probabilidad de responder con la huida en busca de protección. El refuerzo negativo se encarga de explicar por qué se mantiene la evitación como respuesta de protección en el paciente con pánico. Como consecuencia de esta respuesta se desarrollará la agorafobia

Modelo cognitivo integrado de Casey, Oei y Newcombe

Este modelo postula la existencia de un círculo vicioso en el que la secuencia de acontecimientos desencadenados se inicia con la percepción de amenaza y culmina con la ocurrencia del ataque pánico.

La interpretación catastrófica de las sensaciones físicas sirve como pensamiento que media en la ocurrencia del ataque de pánico y en la evitación e interferencia asociada al trastorno. Es este círculo vicioso el que mantiene el trastorno.

El estrés suele ser el antecedente frecuente del primer ataque de pánico. Las repetidas situaciones de estrés van activando crónicamente al sistema nervioso

Comorbilidad del trastorno

La prevalencia del trastorno de pánico es elevada en las personas con otros trastornos, particularmente otros trastornos de ansiedad (especialmente la agorafobia), la depresión mayor, el trastorno bipolar y, posiblemente, el trastorno por consumo moderado de alcohol.

Las personas que tienen trastorno de pánico muestran una notable incidencia, entre el 40 y el 80%, de trastorno depresivo mayor. En un tercio, aproximadamente, de los sujetos con este trastorno, la depresión precede a las crisis de pánico.

Diagnóstico diferencial

El trastorno de pánico puede confundirse erróneamente con otros trastornos, como por ejemplo:

Al escapar o evitar los ataques de pánico, puede que:

Nunca descubrirás que nada terrible va a suceder

Tengas miedo de volver a la situación porque temes que se produzca un nuevo ataque

Pierdas la confianza en tu capacidad para afrontarlo por ti solo

Objetivos del tratamiento

El tratamiento del trastorno de pánico consta de una serie de elementos, dirigidos a cumplir una serie de objetivos:

A nivel cognitivo

Aumentar la tolerancia a la ansiedad

Disminuir la necesidad de control, emocional y situacional

Enseñar al paciente a discutir los supuestos básicos e ideas irracionales que mantienen la ansiedad y el miedo al miedo
Enseñar al paciente a discutir las hipótesis que mantienen el paciente acerca del origen de su problema
Enseñar al paciente a discutir las expectativas catastrofistas acerca de los síntomas de ansiedad

Disminuir y enseñar a gestionar las preocupaciones en torno a la salud y al exceso de autoobservación

A nivel emocional

Disminuir la activación autonómica

Disminuir los niveles de ansiedad

Disminuir los sentimientos de desesperanza y la desmotivación

Modificar la percepción subjetiva e irracional de la ansiedad

A nivel conductual

Eliminar las conductas de ansiedad
Eliminar conductas de evitación
Disminuir la hipervigilancia
Aumentar los comportamientos asertivos
Disminuir la queja

Diez reglas para afrontar el pánico

01.

Recuerda que las sensacones de pánico no son más que una exageración de la forma en que el organismo reacciona ante el estrés

02.

Estas sensaciones no son perjudiciales ni peligrosas, aunque sí desagradables. No te sucederá nada

03.

Deja de aumentar el pánico con pensamientos atemorizadores sobre lo que le está sucediendo y sobre lo que te podría ocurrir

04.

Fíjate en lo que te está sucediendo realmente a tu cuerpo en ese momento y no en lo que le podría pasar

05.

Espera y deja tiempo para que el miedo se pase, no luches en contra ni huyas de él, simplemente acéptalo

06.

Observa cómo el miedo empieza a desaparecer por sí mismo, cuando dejar de tener pensamientos atemorizadores

07.

Recuerda que el objetivo de la práctica es aprender la manera de afrontar el miedo sin evitarlo, esto es una oportunidad de progresar

08.

Piensa en el avance que has conseguido hasta ahora, a pesar de todas las dificultades, y en la satisfacción que sentirás cuando lo consigas

09.

Cuando comiences a sentirte mejor, mira a tu alrededor y empieza a planear qué vas a hacer después

10.

Cuando creas que ya puedes continuar, comienza de forma traquila, relajada, evitando las prisas

Tratamiento del trastorno de pánico

En cuanto al tratamiento, el trastorno de pánico implica un proceso terapéutico basado en el aprendizaje de nuevas habilidades para gestionar la ansiedad por parte del individuo que la sufre. Entre las técnicas empleadas a tal fin, y, a reducir conductas de dependencia y evitación, la persona aprende sobre estas técnicas de intervención:

Psicoeducación sobre el trastorno de pánico y explicación del origen y mantenimiento del trastorno
Empleo de técnicas de autorregistro (para observar los cambios y mejorías)
Aprendizaje y empleo de técnicas de reestructuración cognitiva (intención paradójica, entrenamiento en habilidades sociales, entrenamiento en manipulación de la atención)
Entrenamiento en autocontrol de la ansiedad, a través de técnicas de relajación, respiración, mindfulness y otras técnicas de regulación atencional y distracción atencional de la ansiedad
Exposición a sensaciones (interoceptivas)
Exposición a los síntomas mediante hiperventilación
Exposiciones jerarquizadas y programadas en imaginación y en vivo
Entrenamiento en asertividad
Entrenamiento en solución de problemas y ensayos conductuales

Conoce otras psicopatalogías