Trastorno de personalidad dependiente
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Qué es el trastorno de personalidad dependiente
El trastorno de personalidad dependiente o por dependencia (TPD) consiste en la necesidad excesiva de ser cuidado y no abandonado por parte de la persona que lo sufre, conllevando un comportamiento de extrema sumisión y apego, y temores de separación en forma de comportamientos dependientes y sumisos (que comienza en la edad adulta). La persona considera que es incapaz de estar sola, se percibe como indefensa o incapaz de funcionar adecuadamente sin la ayuda de los demás.
Características
Baja autoestima
Inseguros
Sobrevaloran a los demás
Se perciben débiles
Dependen emocionalmente
Poco asertivos
Evitan las responsabilidades
Pasivos ante las soluciones de problemas
Características del trastorno
El trastorno de personalidad por dependencia (TPD) se caracteriza por la necesidad dominante y excesiva de ser cuidados, y que se manifiesta por cinco (o más) de los siguientes hechos:
01.
02.
Necesita a los demás para asumir responsabilidades en la mayoría de los ámbitos importantes de su vida
03.
Tiene dificultad para expresar el desacuerdo con los demás por miedo a perder su apoyo o aprobación
04.
Tiene dificultad para iniciar proyectos o hacer cosas por sí mismo (debido a la falta de confianza en el propio juicio o capacidad y no por falta de motivación o energía)
05.
Va demasiado lejos para obtener la aceptación y apoyo de los demás, hasta el punto de hacer voluntariamente cosas que le desagradan
06.
Se siente incómodo o indefenso cuando está solo por miedo exagerado a ser incapaz de cuidarse a sí mismo
07.
Cuando termina una relación estrecha, busca con urgencia otra relación para que le cuiden y apoyen
08.
Siente una preocupación no realista por miedo a que lo abandonen y tenga que cuidar de sí mismo
¿Con qué trastornos puede confundirse?
El TPD se puede confundir con otros trastornos de personalidad, ya que tienen ciertas características en común. Sin embargo, si un individuo tiene características de personalidad que cumplen los criterios para uno o más trastornos de la personalidad, pueden diagnosticarse todos.
Aunque muchos trastornos de la personalidad se caracterizan por presentar características dependientes, el TPD se puede distinguir por su comportamiento sumiso, reactivo y excesivamente apegado.
Este trastorno se puede confundir con los siguientes:
Trastorno de personalidad límite
Ambos trastornos se caracterizan por el miedo al abandono; sin embargo, el individuo con trastorno de la personalidad límite reacciona al abandono con sentimientos de vacío emocional, rabia y exigencias, mientras que la persona con trastorno de la personalidad dependiente reacciona incrementando su apaciguamiento y sumisión, y busca urgentemente una relación que reemplace los cuidados y el apoyo
Trastorno de personalidad histriónica
Trastorno de personalidad evitativo
Los individuos con trastorno de la personalidad evitativa poseen un fuerte temor a la humillación y al rechazo, de tal manera que se distancian hasta estar seguros de que serán aceptados. Las personas con trastorno de la personalidad dependiente despliegan un patrón de búsqueda y mantenimiento de vínculos importantes con los demás, en lugar de evitar y apartarse de las relaciones
Aspectos cognitivos
Aprensión a estar solos
Anteponen las necesidades de los demás a las suyas propias
Falta de confianza en sí mismos, en sus capacidades
Fuerte necesidad de que les cuiden
Funden su identidad con la de otros
Imagen de sí mismos como ineficaces y débiles
Ingenuos, con tendencia a ser persuadidos fácilmente
Pensamiento poco crítico
Suelen minimizar las dificultades
Temor a la separación, a la desaprobación y a la pérdida de apoyo
Toleran el maltrato para mantener el afecto de otras personas
Aspectos emocionales
Experimentan miedo y ansiedad cuando han de funcionar de forma independiente
Empáticos con los demás
Inseguros y ansiosos
Se sienten desamparados si se encuentran solos
Se sienten dominados, utilizados, anulados y desesperados cuando una relación se acaba
Aspectos conductuales
Buscan activamente ayuda y consejo de los demás
Caritativos con los demás, resaltando las virtudes de los otros
Comportamientos de apego, apoyo y autosacrificio
Incapaces de cuidar de sí mismos estando solos
Pasivos, sumisos, no asertivos
Realizan actos no deseables con tal de conservar el apoyo de otras personas
Son fieles, modestos, gentiles, acríticos y conformistas con los demás
Los estados emocionales y los ciclos interpersonales en el TPD
En el trastorno de personalidad por dependencia (TPD) se observan una serie de estados emocionales en la persona que influyen y marcan una ruta en sus relaciones con los demás. Estos estados emocionales los podemos resumir en cinco:
El sí mismo inadecuado y frágil
La identidad de uno mismo en las personas por trastorno de personalidad dependiente se organiza entorno a tres esquemas de sí mismos: soy inadecuado o no estoy bien como soy, soy incapaz y soy incompetente.
Sus estados emocionales se caracterizan por temas de amenaza, soledad, abandono y pérdida. La persona mantiene constantemente la sensación de ser incapaz de afrontar solo los acontecimientos, aunque la presencia del otro permite una mayor sensación de competencia sobre las propias capacidades. En consecuencia, el mayor sentido de eficacia y adecuación va acompañado, en todo caso, por un sentimiento estable de fragilidad, que determina la convicción de “no poder yo solo”.
Algunas creencias que aparecen en este estado o que verbaliza la persona giran en torno a la propia infravaloración que hacen de sí mismos y podrían resumirse como sigue:
- «Soy alguien necesitado y débil»
- «Estoy básicamente solo, a menos que pueda aferrarme a una persona más fuerte«
- «No sé desenvolverme bien como otras personas»
Estas personas tienen una necesidad constante de estar presentes en la mente del otro (su pareja, p.ej.) y de compartir y sintonizar profundamente en todo momento.
La idea que el otro no le tenga en mente les lleva a experimentar sentimientos terroríficos de vacío y de intensa frustración.
Para ellos conseguir estar en la cabeza del otro, ganando también competiciones imaginadas, les confiere valor.
En consecuencia, pueden buscar en la relación una confirmación constante de esa presencia, y someter al otro a presiones que, a menudo, activan ciclos interpersonales o relacionales disfuncionales o dañinos (patológicos).
Tras este estado, la persona con trastorno dependiente de la personalidad pasaría a un segundo estado: el estado de autoeficacia.
A veces, la necesidad de estar presente en la mente del otro adquiere las connotaciones de una prueba sobre el propio valor personal
Estado de autoeficacia
Es el estado deseado por la persona, caracterizado por un sentimiento de bienestar, dominio de sí mismo, seguridad y alegría.
Este estado está supeditado a la presencia de una relación significativa segura y estable en el que, la separación del otro, no es siquiera imaginable.
El mantenimiento de la dependencia permite la permanencia de la representación de sí mismo como competente, pero no anula la de un sí mismo inadecuado y débil.
En el sistema cognitivo de un sujeto con trastorno de la personalidad por dependencia, la dependencia no es la enfermedad, sino su curación
Estado de vacío desorganizado
Este estado tiene su inicio cuando se produce una ruptura de la dependencia (relación de pareja, amistad, etc.) y genera un estado de vacío en el individuo que se caracteriza por:
Estado de «desbordamiento»
Este estado se caracteriza por una sensación fuerte de abatimiento frente a la pérdida, donde prevalece el sentimiento de abatimiento, escasa eficacia personal y confusión.
La persona, en este estado, con frecuencia se siente oprimida por los demás dado que intenta (tras una ruptura) atender a las necesidades y expectativas éstos, llegando incluso a ser algunas objetivos contradictorios. Con tal de mantener la presencia y la proximidad de las figuras de referencia, se adhieren constantemente a las expectativas y los deseos del otro.
Además, no es extraño observar en la persona que, al entrar en este estado emocional, existe una cantidad ingente de objetivos y tareas sin la capacidad de centrarse exclusivamente en uno o de priorizar los más relevantes.
Todo este proceso acaba derivando en un profundo sentimiento de ineficacia y de baja eficiencia personal que, a su vez, refuerza el sí mismo inadecuado y débil (primer estado – vuelta a empezar).
¿Qué generará toda esta cascada de acontecimientos? El refuerzo de las creencias por parte de la persona de que necesita de alguien más fuerte para afrontar los problemas de la vida…
Estado de coerción y de rebelión a la coerción
Este estado está catacterizado por una concepción de las relaciones como coercitivas, es decir, como marcadas por la idea de que las relaciones implican ejercer presión sobre un individuo para que haga algo o no lo haga.
En dicho estado, comienza a aparecer ansiedad, rabia y sensación de haber sufrido una injusticia. Habitualmente la rabia no se expresa, sino que se niega (transformándose en ansiedad) pretendiendo evitar el conflicto y una posterior ruptura de la relación; y cuando las expectativas del otro no son compatibles con los objetivos personales advierten un sentimiento de obligación a conformarse y se rebelan emocionalmente.
Las sensaciones corporales activadas por la rabia y por el sentimiento de coerción, como sensación de ahogo, respiración entrecortada, nudo en la garganta, etc., se pueden vivir con ansiedad y miedo a perder el control. Dichas sensaciones y experiencias emocionales intentan bloquearse, pero paradójicamente van a más.
En ocasiones la persona se rebela al estado de coerción. Suele percibir un estado transitorio de alta eficacia tras la rebeldía, al que le sigue rápidamente sentimientos de culpa, pena y temor al abandono y al castigo que lo llevan a estrategias de reparación, con el fin de mantener la relación.
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